Iberospinus natarioi fue un dinosaurio perteneciente a la familia de los espinosáuridos, que habitó la actual Europa hace 129 millones de años, a inicios del Período Cretácico. El descubrimiento de este dinosaurio, junto al de Riparovenator y Ceratosuchops, apoyan la hipótesis de que los espinosáuridos tuvieron un origen europeo.
Su nombre tipo hace referencia a la familia taxonómica a la que pertenece (Spinosauridae) y a la Península Ibérica, donde se encuentra Portugal, el país en que Iberospinus fue encontrado. Su nombre identificativo de especie rinde honor a Carlos Natário, quien descubrió los primeros fósiles del holotipo.
Características.[]
Apariencia:[]
Los ojos de Iberospinus estaban ligeramente más arriba del cráneo que en otros espinosáuridos, confiriéndole un aspecto algo más crocodilomorfo en comparación sus parientes.

Holotipo de Iberospinus (Créditos: Scott Hartman).
Su hocico era largo y delgado y se curvaba levemente en la punta, hacia dentro en la mandíbula superior y de manera contraria en la inferior, creando una especie de "gancho" para evitar que sus presas se escapasen.
Iberospinus era de un tamaño considerable, siendo casi tan grande como Suchomimus, pero a diferencia de este, se sospecha que Iberospinus carecía de una vela dorsal pronunciada. Sus piernas eran esbeltas y en sus manos poseía una enorme garra al final del primer dedo.
Forma de vida:[]
Iberospinus tenía una forma de vida semiacuática. La morfología de su cráneo apunta a que Iberospinus pudo pasar gran parte del tiempo en el agua, cazando activamente animales acuáticos, así como pudo haber esperado pacientemente dentro y fuera del agua a que un pez se acercara lo suficiente como para atraparlo. Gracias a una serie de nervios alojada en su hocico, Iberospinus era capaz de sentir las vibraciones en el agua y, por ende, localizar a sus presas sin la necesidad de mirarlas.
Investigación:[]
Los primeros restos de Iberospinus se hallaron por Carlos Natário durante 1999, en la Formación Papo Seco, Portugal. Entre 2004 y 2008 se llevaron a cabo otras expediciones que resultaron exitosas. A raíz del poco material con el que se contaba, fue clasificado como un espécimen de Baryonyx walkeri en 2011. Tendrían que pasar ocho años para que una investigación mucho más profunda arrojase que en realidad se trataba de una nueva especie, pero los restos seguían siendo demasiado escasos como para atribuirle un nombre propio. No fue hasta que en 2020 se lograron desenterrar más restos fósiles que fueron claves para la investigación de Octávio Mateus y Darío Estraviz-López, que dos años después bautizaron al espinosáurido como Iberospinus natarioi, en honor a su descubridor y a su lugar de origen.
Los restos conocidos de Iberospinus pertenecen a un solo ejemplar, el holotipo, y el cual consta de dientes fragmentarios, una mandíbula parcial, una escápula derecha incompleta, partes de las costillas, vértebras dorsales y caudales, un pubis parcial, una falange del pie y dos calcáneos incompletos.