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El bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica) es una subespecie de cabra montés extinta. Esta subespecie de cabra montés ibérica estaba en peligro de extinción desde principios del siglo XX, y fue catalogado como «especie en peligro crítico de extinción» (CR) por el Specialist Caprinae Group de la IUCN en 1997. El 6 de enero de 2000 se halló muerta el último ejemplar, una hembra, que vivía en España.

Junto con el mueyu, o cabra montés portuguesa (Capra pyrenaica lusitanica), que se extinguió en 1892, es una de las dos subespecies de cabra montés que ha sido exterminadas directamente por el hombre. Se diferenciaba de las otras subespecies principalmente por su pelo más largo y denso en invierno y la base más gruesa de los cuernos, tanto en machos como en hembras. La cornamenta del bucardo era asimismo, la más larga de entre las cuatro subespecies de cabra montés que han habitado la península ibérica. El único registro que hay del peso de una bucarda viva (66 kg) indica que tenía un tamaño mayor que las cabras monteses (30-33 kg, datos provenientes de los animales en cautividad en el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón).

El cariotipo del bucardo presenta el número de cromosomas característico de la especie Capra (60 cromosomas). Es una subespecie monofilética en origen. Desde el punto de vista filogenético, las poblaciones de bucardo estaban más próximas a las de cabra montés que al Íbice de los Alpes o a la cabra doméstica. Los últimos ejemplares tenían una marcada reducción de algunos alelos del complejo mayor de histocompatibilidad (CMH) que eran específicos de esta subespecie. Dado que la poca variación en el CMH está asociada a una alta susceptibilidad a las enfermedades infecciosas, es posible que ello haya influido en su supervivencia y reciente extinción.

Historia y Extincion[]

Esta especie estaba difundida originalmente por ambas vertientes del Pirineo, extendiéndose por el sur hacia las zonas montañosas del País Vasco, Navarra, Huesca, Lérida y Gerona.

Vestigios de que era una pieza de caza común desde la Prehistoria se encuentran ya en las cuevas de la zona, habitadas durante el Paleolítico por los neandertales primero y luego por nuestra propia especie. Con el paso de los siglos desapareció de las zonas más meridionales de su distribución hasta quedar circunscrita al área pirenaica, donde todavía era especialmente abundante durante el siglo XIX. En la segunda mitad de ese siglo, multitud de cazadores europeos, de España, Francia y Gran Bretaña, sobre todo, acudieron a la zona en busca de ejemplares que abatir. La rareza de la cabra montés en el mundo (entonces distribuida únicamente por España, sur de Francia y noroeste de Portugal) y el imponente tamaño de la cornamenta de los machos, más gruesa y separada que la del íbice (Capra ibex) de los Alpes multiplicaron su valor y demanda en los círculos cinegéticos. La caza fue tan intensa que hacia el año 1900, la subespecie pirenaica ya se había extinguido en Francia y sólo quedaba un reducido grupo de menos de 50 individuos en España, demasiado pequeño para sobrevivir a largo plazo. La competición con otros ungulados silvestres y especies domésticas por los recursos alimenticios también pudieron contribuir a su extinción. A pesar de ello, la población permaneció estable por encima de la treintena hasta 1981. Sin que se sepa todavía muy bien por qué, los animales disminuyeron rápidamente. En 1999, el último macho murió. La última hembra, "Celia", murió en enero de 2000, y su cadáver fue encontrado debajo de un árbol caído.

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